Pocas veces damos importancia al tema del cuidado de las manos durante el invierno
No solo el frío está detrás de las manos agrietadas, también el invierno reúne otras condiciones que aumentan el síntoma. Los cambios bruscos de temperatura y la humedad, provocan que la piel sufra un choque térmico que la perjudica.
La piel de las manos es más vulnerable que en otras partes del cuerpo. En especial las palmas son más sensibles a las temperaturas extremas. De hecho, no proteger debidamente las manos y aportarles un cuidado constante también puede acelerar los signos de envejecimiento en ellas.
Cuando hace demasiado frío y no protegemos debidamente nuestras manos, podemos sufrir:
- Descamación
- Pueden agrietarse
- Aparecer sabañones
- Picor constante e incluso urticaria.
Las épocas frías reúnen las condiciones óptimas para resecar la piel de las manos y aumentar su agrietamiento, sobre todo en los nudillos o en aquellas zonas que flexionamos más a menudo. Para evitarlo, cubre las manos cuando sea posible y utiliza productos naturales para hidratarlas.
Hidrátate sin medida: Hidrátate por dentro y por fuera.
Aumenta la ingesta de agua e infusiones calientes además de embadurnarte con una crema hidratante que mantenga la barrera lipídica intacta. La hidratación es imprescindible y fácil de cumplir para evitar que una piel se sienta agredida por el frío. Esto es especialmente importante en aquellas personas que padecen algún tipo de dermatosis (dermatitis atópica, psoriasis…), grandes enemigas de la sequedad. Un emoliente adecuado como la Olivoleína, ayudará a mantener una piel sana durante el invierno.
Las cremas de Olivolea gracias al extracto de OlivoleÍna regeneran de forma intensiva la piel, reparan y nutren en profundidad las zonas más dañadas, irritadas y agrietadas. Además ayudan a mantener la dermis en su óptima hidratación, favoreciendo su elasticidad y el aspecto de una piel sana y cuidada,
Evita los eczemas. No olvides que las zonas de pliegues deben estar libres de humedad y así evitarás la proliferación de microorganismos que puedan provocarnos ciertas infecciones cutáneas. Asimismo, los roces con tejidos también pueden contribuir a aumentar la irritación, así que es mejor secarse suavemente sin frotar mucho y evitar tejidos sintéticos o con base de lana.
Y por último, la fotoprotección solar, que debemos aplicarla a diario incluso en invierno. A pesar de los días nublados y la lluvia, nuestra piel continúa recibiendo radiación solar.