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Artículo: La obesidad, la epidemia del siglo XXI

La obesidad, la epidemia del siglo XXI

La obesidad, la epidemia del siglo XXI

La obesidad es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial, que suele iniciarse en la infancia y la adolescencia, y en la actualidad es un importante problema de salud pública ya que tiene importantes consecuencias sociales, económicas y sanitarias. Es muy preocupante en el caso de los niños y jóvenes, donde el porcentaje de sobrepeso y obesidad va en aumento.

El sobrepeso y la obesidad se definen como «una acumulación anormal o excesiva de grasa que supone un riesgo para la salud» (OMS).

La obesidad es considerada un trastorno de la alimentación, en el cual se produce un desequilibrio energético en donde las calorías ingeridas son mayores a las gastadas. Cuando esto sucede durante la edad infantil, es más complicado de resolver ya que los niños no responden a las dietas de la misma manera que los adultos. La causa más importante de la obesidad infantil es la ingesta excesiva de grasas y azúcares, por el incremento de la cantidad y frecuencia con que se ingiere carne y derivados cárnicos a expensas del pescado, la escasa ingesta de verduras, hortalizas, frutas y, en menor grado, de legumbres, junto al excesivo consumo de bollería y aperitivos de bolsa así como de bebidas azucaradas y en definitiva, el aumento de la densidad calórica de la dieta.

Un hecho importante a tener en cuenta es el alto porcentaje de escolares que omite el desayuno, siendo éste sustituido por un almuerzo poco saludable en el que predomina la bollería y alimentos con alto contenido en grasas saturadas. Un buen desayuno permite llegar al almuerzo con menos hambre, lo cual implica un menor consumo de alimentos durante esta última comida. Existe por tanto, una relación directa entre la falta de desayuno y el sobrepeso infantil.
Siguiendo este perfil nutricional, una dieta mediterránea tradicional sería muy adecuada ya que tiene generalmente un alto contenido en verduras, cereales ricos en fibra, legumbres, pescado y fuentes vegetales de grasas no saturadas -particularmente aceite de oliva y frutos secos- además de ser pobre en carne roja y lácteos de alto contenido graso.

Y no podemos olvidar que la actividad deportiva entendida como juego o actividad lúdica que implique movimiento, mejora significativamente las funciones cardiovasculares y contribuye a una adecuada maduración del sistema músculo-esquelético y de sus habilidades psicomotoras.


Por último recordar lo importantísimo que es el sueño: cómo influye el poco tiempo dedicado a dormir en relación a la obesidad. Las investigaciones médicas precedentes han demostrado la relación directa entre la falta de sueño con la obesidad y algunas enfermedades asociadas como la diabetes.

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